Por qué el dólar de «cara grande» complica al mercado cambiario

Hace varios años que los bancos, las casas de cambio y hasta las cuevas del microcentro porteño tienen un problema cuando sus clientes pretenden comprar sólo dólares de «cara grande», que son los emitidos después de 1996 por el Tesoro de los Estados Unidos.

Si bien ambas presentaciones de la divisa están vigentes y tienen valor de curso legal, el público ahorrista confía cada vez menos en los dólares con una «cara chica» de Benjamin Franklin.

Tanto es así que en Twitter el usuario Derecho en Zapatillas compartió esta semana una foto de un cartel del Banco Galicia donde constaba el mensaje claro, conciso y un poco exasperado: «Estos tres billetes valen lo mismo y son válidos. No es necesario que los cambies. Además, no podemos asegurarte de que haya billetes nuevos», se lee en el póster con las tres versiones actuales el dólar estadounidense.

La cuestión que se hace sentir hoy en las cajas de los bancos ya se notaba en enero de 2020, cuando el dólar blue (que es el azul con banda holográfica) cotizaba a $ 73,50 mientras que un billete de «tercera generación» tenía un valor de $68.

Ya en ese entonces el problema no era sólo recibir los dólares «cara grande» sino también desprenderse de los «cara chica» por un valor aceptable.

En los bancos muchos clientes se niegan a aceptar las ediciones más viejas de la moneda norteamericana: los billetes de US$ 100 que tienen la «cara chica» de Benjamin Franklin. El insólito argumento de los clientes es que a la hora de «hacer puré» -ir a una cueva a vender cada dólar a $ 153 (el precio de compra en el blue)- los arbolitos les toman los billetes más antiguos a una cotización más baja, con un descuento de hasta 5%.

Por su parte los cueveros aseguraron a Clarín que deben hacerlo porque cuando les toca ponerse del otro lado del mostrador y ser vendedores «los de cara chica no se los encajamos a nadie».

Otro de los argumentos es que los billetes viejos, emitidos antes de 2013, tienen menos medidas de seguridad por lo que en teoría serían más fáciles de falsificar, por eso todos buscan los nuevos que lucen como más «seguros».

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